Mariposita

Despierta Mariposita, 

ya llegó la primavera

rodeada de luciérnagas

que pasean por los prados

con tierna y dulce mirada.

Las abejas hacen coro

dándole la bienvenida.

 

Vuele, vuela, mariposa,

la reina de mi jardín,

henchido de fantasías;

de nuevo vuelven las flores

y las aves a sus trinos;

el sol guía a las gaviotas

para que encuentren sirenas

y caballitos de mar

que galopan al compás

de las olas caprichosas.

 

Despierta, mariposita,

no te duermas, vuela, vuela;

el horizonte perdido

encontrarás en tu vuelo,

y la olla misteriosa

que encierra felicidad

y destella sus colores

en las rosas que nacieron

en las noches de llovizna,

y girasoles que danzan

bajo el compás de la luna.

 

No te duermas, mariposa:

ya repican las campanas

Y  las trompetas anuncian

que la alegría llegó

vestida de oro y de plata;

mira que trae en sus manos

las estrellas luminosas

para sellar el ocaso

en una noche tranquila

llena de sosiego y paz.

 

No te mueras, mariposa;

no te mueras, quédate:

quédate en mi rosaleda

quédate en mi corazón

y en la flor de la esperanza.

Maggie Carlson

Imagen:https://www.blogger.com

Si fuera mariposa volaría

Si fuera  mariposa, volaría

una tibia mañana

por llevarte unas rosas,

querría regalarte este mi mundo

de fantasías lleno,

y besar el suelo donde yaces.

 

Al viento traicionero

nunca perdonaré, pues se llevó

dormida el alma tuya,

dejándote cerrados los ojitos

y tu boca vacía de palabras.

 

Escuchar de tus labios que me amabas

cuando el sol te abrigaba yo quería,

mas, lloraban las flores anunciando

que te convertirías en un ángel.

 

Por los largos pasillos silenciosos

corrí desesperada,

se escapaba la vida y no llegué

al tiempo de tu última sonrisa.

Te tomé de las manos temblorosa,

ellas estaban tibias todavía

y tu rostro sereno,

no podía llorar

y hacia una ventana yo miré.

 

Volaban mariposas que querían

llevarte hacia el camino de la paz

y la pena invadió mi corazón.

Mis gritos de dolor se amontonaban

en la honda soledad de mi tristeza

pidiendo con fervor que no te fueras,

de rodillas rogué.

 

En el azul del cielo

las nubes bordeaban tu camino.

Yo quise retenerte con mi manos,

mas fue inútil todo;

supliqué tanto y tanto

que odié con amargura  que te fueras.

Aquel amanecer se fue contigo,

contigo te llevaste las estrellas

brillando en el ocaso,

te llevaste una espiga, y al marchar,

mi vida terminó.

 

De volar hacia ti yo estoy cansada,

me separan de ti todo un océano;

no quiero verte así, toda solita;

yo me imagino

que todavía estoy tomada de tus manos

pues quiero consolar, siquiera un poco,

la pena que me muerde.

 

Necesito llevarte de mi mano

esas flores pensando

que es el tiempo de ayer

y sentarme a tu lado,

y mirarte a los ojos y contarte

que siempre, cada día o cada noche

recito aquel poema tan sencillo

y por ser de las dos tan importante:

“Mamita, mamita de mi corazón,

te quiero con todo mi amor.”

Maggie

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Perdón

Una pena me está matando el alma;

yo  no sé el modo de llegar a ti

para que veas, oigas y consueles

mis cansados lamentos.

Veo en la aurora de la tarde gris

cómo el viento deshoja las espigas.

 

Con el viento te fuiste de la mano;

lloro, mas no te encuentro;

y este olvido tan mío no te deja.

Cada noche que yo cierro mis ojos,

te veo cuando niña con tus trenzas

tan largas; y tu cara,

llena de amor por mi.

Después siento el dolor de cada día

porque hacia mí no vienes.

 

Ha de sufrir mi alma

hasta cerrar los ojos con la muerte,

mas tu risa, tu llanto y tus caricias

del corazón nacidas,

por las eternidades buscaré.

 

Nunca seré capaz de perdonarme

dejarte ir sin un simple te quiero;

sin abrazo materno de divino perdón;

sin tocar tu alma blanca,

de esperanza y de estrellas coronada

con mariposas dulces que aletean

en torno a tu bendito corazón.

 

Como nace la aurora con su magia,

con ese amor te amo.

Oye cantar al eco que repite

y repite tu nombre sin cesar.

 

Algún día a mi tumba llegarás,

llegar a ti quizás yo no sabría,

mas  no descansará mi alma en paz:

te seguirá buscando.

 

Tú no me dejes, siento

la olorosa fragancia de tu pelo,

y  todavía tibias se conservan mis manos

de aquel abrazo último.

Nunca mis ojos dejaron de buscarte

cuando llorabas triste

porque perdiste un príncipe.

Perdón te pido ahora, porque nunca

luché por ti tanto como debía;

perdón por esta pena de no saber volar;

por no mirar tus ojos,

y  por amarte tanto, luna amada

que cantas en la noche

con mágico cantar triste y hermoso

mientras te sigue un coro de luciérnagas

hasta llegar al mar dulce y tranquilo.

 

Perdón por la impaciencia en esperarte

con mi llanto callado.

En esta espera eterna sufre mi alma.

Maggie Carson

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Esperándote

 

Luna dulce que adornas con estrellas

mi pelo, y con ternura

me miras atrapada en el ocaso

mientras los violines lloran su partida

y yo con ellos lloro.

 

Te fuiste con el viento, amado mio;

al veleidoso otoño

que llega lentamente vi llegar,

arrebatando las hojas de los árboles,

dejándolos desnudos, 

grises y enmudecidos,

muertos en soledad;

como ellos tengo yo el alma dolorida. 

 

Árboles invernales son mis manos

desnudas de caricias

que contigo a la tierra descendieron.

No puedo acariciarte ni besarte,

nada tengo de ti, ni tu aroma siquiera

y poco a poco muero estando viva.

 

El alma me robaron tus ojos hermosísimos, 

y yo era tan feliz

que nunca imaginé quedarme sola.

Ahora yo te lloro cuando cae la llovizna

para ocultar tras ella el sufrimiento.

 

Cuando partiste, amor,

te llevaste contigo nuestras vidas,

y se burlan las horas

porque ven que te espero y tú  no vienes.

Compasión de mi amor tú no tuviste

y en un segundo me envolvió la pena 

el llanto y los lamentos.

 

Mi mano levanté para decirte adiós,

pero entonces  me cubrió la oscuridad;

de ti me quedó cuando te fuiste

promesas de volver y que me escribirías.

Cada día me digo

que con recado tuyo llega una golondrina

y sueño que me anuncia tu venida

y aquí vivo esperándote.

Maggie

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Mi puerta

Sentada yo a la puerta de mi casa,

veo pasar el tiempo;

con mi alma dormida,

veo pasar la muerte entre mis venas.

 

Siento una tibia lágrima

que de este corazón decepcionado

se me desliza triste.

 

Sentada en el umbral

de mi puerta yo quedo,

con el pecho transido de dolor.

 

Y quiero preguntar

que cuándo llegará mi primavera.

¿Será quizás mi otoño que de a poco

cubriendo va mis manos de tristeza?

Quiero rogar al cielo

que me de una plegaria que mitigue

siquiera este dolor

y el cielo no me escucha, no hace nada;

mi boca no dice ya palabras.

 

Sentada estoy aquí, sin esperanzas,

sin beber ni un traguito de ilusión

de la vida que ambula por las calles.

 

Yo sueño todavía

y muero por llegar a las estrellas

que por mí cantarían.

Pero despierto y veo que, de nuevo,

sentada yo a la puerta,

pasa ceremoniosa haciendo muecas

la muerte lentamente.

 

Y no quiero sentirla,

quiero cerrar los ojos y soñar

que unas alas me nacen y que vuelo

en círculos y sobre su cabeza

sepultándola entera.

 

Mas, ella se llevó mis fantasías,

quedándose mi enojo con el eco

de un cantar muy hermoso

que repito y entono eternamente.

 

A mi lado, también está sentada

su tristeza. La flores ya se fueron.

Hacia mi cielo miro fijamente

para hablar con la luna y suplicarle

que me cuide y me dé, compadecida,

un poco de su luz.

 

Esta melancolía me persigue

y en mis sueños no puedo ya correr,

siento tristeza y lloro sin consuelo;

no me queda horizonte,

mis penas lo borraron, ya no está.

Y sigo sepultada, sin que escuchen

los ángeles mis gritos y me pierdo

en mi razón de ser.

 

Con mi mente alocada y sin aliento,

aún sigo sentada en el umbral.

Si estoy cansada nadie me pregunta,

mientras la soledad

me toma de las manos y me asegura

que tal vez no habrá nadie que se acerque

a preguntar por mí, que tal vez nadie

de mí se acordará ni de mi nombre,

pues no dejaré huellas.

Maggie Carson

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 Veo que nacen mil mariposas

Veo que nacen mil mariposas

y que a mis manos vienen a posarse,

sus ojos están tristes

y no quieren volar

pues esperan morir y yo me digo:

debo morir con ellas, pues las flores

se llevaron mis risas y mis sueños

mis locas fantasías,

mis deseos de amar

como antes amaba,

que aquello no era sueño

sino alegría dulce.

 

Yo quiero saber cómo es la muerte

que en su silencio llega.

Yo quiero galopar sus negros potros

por el cielo bendito

y correr por las nubes

y sembrar mucho miedo

mientras ella me mira.

 

Mas me alcanza el pavor,

ni como golondrina volar quiero;

ya no quiero morir

sin dejar mi tristeza;

no quiero que conmigo sea sepultada.

 

Siento el triste llorar de las sirenas

que sufren el destierro de mi llanto,

de mis penas y miedos;

al cielo sólo pido

que escuche el cantar de mi silencio.

 

Maggie Carson

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