En
estos que yo he dado en llamar “últimos años” me he dado cuenta de lo lento que
pasa el tiempo para quien tiene la necesidad de que todo acabe en un punto
final, las sombras del dolor desfilan frente al espejo, mientras camino a
tientas pisando los guijarros en el silencio ineludible… buscando… ¿qué? No lo
sé.
La luz fosforescente de las luciérnagas
alumbra las vías donde se descarrila en horas, días, semanas, meses, años… la
existencia, dejando entrever el pasado, presente y el futuro por venir,
pensamientos desordenados, sonidos distorsionados, ecos lacerantes, lágrimas de
fuego que consumen la razón.
Ocultas tras los negros nubarrones de
ironía, las arañas de la tortura se arrastran, danzan, saltan y sus pequeñas
fauces, muerden, ensalivan, y beben con frenesí llevándose en secreto las
antiguas alegrías, hasta que sus vientres cargados… henchidos… estallan… y yo
me quedo muda…busco… porque han muerto mis palabras.
Alondra (Lidia)