Madrugadas de mis sentires entre brisa que sacude despierta e imán de magia leva mi cuerpo que yacía entre hojarasca yerta. Se percibía aliento a bosque y mis ramas desperecé bien lejos. sin darme cuenta que de mis nudos reverdecían briznas de pétalos. Es que anoche el dulce Abeto me había contado sus días risueños, enamorada sentí que me dormía y de mi alma florecían deseos. Con sol, llegué a enredarme, su savia toda en mis tallos por su tronco me adherí creciendo emanando lazos de amor al viento, y con el testigo de un cerro nevado . Cincelamos nuestros cuerpos hacia la infinidad de todos los cuentos que suspiran de tantos amores eternos. María Inés Arias (Miríades)
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