martes, 29 de septiembre de 2020

A José Hierro II

 

La tinaja de lirios está llena.

El verbo se arremanga, los recoge

y los derrama frescos en cadena.

Se ruboriza el duende

escondido en el ruedo de la magia.

Pare la luz un circo de destellos;

cabriolas de alma blanca.

Te ha tocado, José,

antes de todo y nada,

almacenar en la alforja de tu hierro

la luz, el verbo, el canto,

y soltarlos al aire que te asalta.

Dime, José, yo quiero que me digas

para envolver las ascuas y poder en tu fuego

 encender días nuevos:

dónde duerme el jardín de las flores,

por qué brotan las lágrimas,

dónde anida el oro de las tardes,

la luz de las mañanas,

por qué las penas te traen alegría,

por qué la muerte acaba con el hombre

y al hombre sublima si dejarle caer en la nada,

por qué sonríe un niño,

qué caricias te guardas,

dónde están las ternuras para acunar los versos,

dónde los arcos dulces para lanzar los besos,

dónde el calor el cielo para elevar el alma,

dónde la cruz, la cara…

Y es que mago de amores,

de azules resplandores,

de cromados, de verdes, de cobres, de violeta,

de dorados albores,

eres, José, la luna

que refleja tus soles.

Yo le pido al reflejo

que guarde tus cristales

que adorne manantiales,

que eternamente vivas

para beber tus aguas, José Hierro.


Víctor del Río






Imagen:https://www.google.com/

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