martes, 25 de diciembre de 2018


Llegando a la estación de destino

Vengo de un lugar remoto, al que luego he retornado muchas veces y al que amo, Fue mi principio,  Entonces apenas si recuerdo un jersecillo azul, una carta rosada, una cabecilla con una raya en medio y un agradable olor a colonia. ‘Dale un beso, es tu hermanico’: recuerdo su voz, pero la cara de mi madre se me desfigura, tenía yo tres años.
He pasado después por muchos lugares  y todos me parecieron bellos, De todos ellos cogí cosas y en todos ellos dejé otras. Las que cogí, excepto aquellas que posibilitan la vida, y que son de orden material, fueron de orden espiritual principalmente, y puedo decir que conseguí un buen bagaje, aunque pudo ser mayor: por pereza quizá me conformé con lo que llevo. Las que dejé fueron de orden corporal la mayoría: años, fuerzas, juventud…; otras espirituales también se me escaparon: ilusiones sobre todo, pues no supe superar los desengaños.
Próxima ya mi estación de destino, llego tranquilo y agradecido. Con escasos macutos y pertrechos, pero demasiados para lo que en realidad necesité. Este fue mi pecado mayor: siempre tuve más bienes de los que precisaba, siendo bien consciente de que había millones de personas que nada tenían.
Vengo cargado de trabajos, esfuerzos, proyectos cumplidos, y algunos sufrimientos dolores y preocupaciones. Pero también traigo en la mochila como mayor tesoro todo el amor dado y recibido, todos los apoyos mutuos, ayudas y alegrías que tuve la suerte de compartir…
No tengo prisa por llegar, pero sé que no falta mucho. No sé qué encontraré y esto me inquieta, Espero que será algo bueno y que entenderé entonces la razón de mi peregrinaje.

Félix

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