Residencias
Azulejos pálidos cubren las paredes
de pasillos anchos.
Huele a dulce,
a blanco,
a lecho,
a húmedos techos,
a azafranes rancios.
Llora el tiempo joven lágrimas de otoño.
Llora el tiempo viejo sonriendo muecas.
Las venas florecen violeta
y llenan de púrpura los dedos.
Relojes de arena
marcan los segundos profundos de pena
y
las horas cortas de azules reflejos que quedan.
Se escuchan batallas lejanas
libradas con puñados de nostalgia.
Imploran cariño los ojos cansados.
Soledades de niño se pasean
Sin padre ni madre ni hermano.
La esperanza ha roto su último verdor;
ya no espera
escuchar sonidos de la nada,
ni robarle al silencio palabras.
Se ha tornado amarilla la estancia
con hojas amarillas pisoteadas;
desnudos los árboles, las ramas inertes,
invierno perenne.
No vuelven primaveras
para jugar a flores.
Sólo hay juegos de cartas, manoseadas cartas
echadas al destino,
y de fichas ruidosas
para aliviar los tiempos somnolientos.
A la espera están las cruces de la vida,
a
que llegue la muerte compañera y amiga
y las baje al suelo del reposo.
Se han apagado las luces de la fantasía.
Se han quebrado las ramas de los sueños.
En la última morada huele
a tristeza,
a humo de cirio,
a pedazos de sol.
Se muere la aurora
en los brazos de amores dormidos.
Víctor Del Río
Imagen:https://www.blogger.com
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