sábado, 1 de septiembre de 2018


Tristeza, no toques mi alma

Tristeza, no toques mi alma
en la oscuridad desesperada,
no me dañes más,
no rompas el silencio de mis penas.

Si llora el corazón
es que está enfermo de dolor;
y en su dolor no sabe
si hasta el cielo empinarse
o correr en zig-zag
entre rubios trigales.

Pobre de mí, no puedo
recrear una estrella que ilumine
el dolor de perderte
y me haga olvidar
que no estaremos juntos.

No puedo llegar a ti y me desespero,
te busco en cada flor,
en los luceros,
y en cada amanecer...

Egoísta, te fuiste,
y me dejaste sola,
llevándote mi vida,
llevándote mi alma para siempre.

Se vaciaron mis manos
mientras nacieron mariposas
de la tumba, que con lágrimas
regué al sepultarte;
y al vuelo de la última
la pena me inundó.

De mi alma triste y meláncolica
brotó la la sangre roja,
al apretar tan fuerte
la rosa del amor
que en mis manos tenía.

En el invierno crudo
la nieve nos regaló su manto blanco
en tu último adiós.

Y yo te suplicaba tantas veces
gritándote y puesta de rodillas
que no me abandonaras,
que mis manos alzaba suplicando,
mas tú no me escuchaste.

Me dolía dejarte partir,
mi llanto no cesaba;
supe entonces que la cruz
de no sentir tus besos
ni tu mirada tierna
la llevaría siempre, acompañada
de la tristeza amiga.

Maggie Carson

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