martes, 30 de enero de 2018

¡Cumpleaños feliz, amiga Andrea! 

Con la celebración
añades uno más
a los pocos que tienes todavía.
No te canses, amiga,
durante el año nuevo que tú empiezas
de pronunciar con mimo “tu poema”;
recítalo mujer,
con el puro sentir de la ternura:
al astro de tu luz, 
a tu luna y estrella,
a tu rosa fragante;
al amor que mecido va en el aire
y se posa en las rocas de la mar,
al que es como un amor de cisne blanco
y deletrean los trinos de las aves.

Andrea,  que venida por herencia
del gran mar del amor
que tu padre y tu madre navegaron,
espiga florecida,
que brindas tu amistad
a quien toque a tu puerta,
gracias te doy catracha
pues para mí la abriste
apenas mi toc, toc, con los nudillos.

A las puertas del cielo, cada día
sigue llamando tú, (toc, toc de amor),
y vuela a tus amores, ave errante,
sin las lágrimas ya,
de miedos liberada.
Anda como guerrera a la montaña
y allá donde el mar besa la arena
para jugar un rato y abrazar
a “la niña del agua”.
Lo seguirás haciendo, amiga mía
y tu alma se verá fortalecida
con la esperanza dulce.

Sé que a menudo tú
 te calzas los zapatos
del hombre que no encuentra su trabajo
y  sufre por sus hijos;
Se que a menudo platicas con papá,
sigues sin entender y le reprochas
dulcemente su marcha prematura.
Sé que desde las  nubes de algodón
te preguntas a veces los “porqués”
y te meces en un interrogante.
Sé que escribes el llanto de tu alma
y también la alegría
en poemas que nacen de la entraña
porque alegría y llanto
hermanos son del verso.
Sé que al amor invitas a bailar,
que entre arrullo y murmullos
renace la esperanza
y esperas ya sin lágrimas
tejedora perenne y sin descanso
de sueños imposibles.

Sé,  que Andrea Sofía
 dices ser y llamarte,
la guerrera valiente,
la piel  en las heridas desgarrada
pero siempre de hierro;
roca donde el dolor se va estrellando,
menos cuando es de un niño
que entonces cristal eres, quebradizo.
Sincera , muy leal
y con el vuelo siempre levantado.
Sé bien que no son pompas de jabón
ninguno de los muchos sentimientos
que anidan en tu pecho.

Por todo ello, Andrea,
me acordaré de nuevo
cundo suenen  las doce, fin del año,
y un abrazo virtual, pero muy grande
y un estirón de orejas pequeñito
haré que hasta ti lleguen
con todo mi cariño.

Félix

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