viernes, 5 de agosto de 2016

Supe de tu partida porque yo estaba allí

Supe de tu partida porque yo estaba allí
cogiéndote la mano
que tibia todavía reposaba.
La noche se hizo eterna y en tus ojos
la eternidad nacía,
mientras los míos morían de esperanza.
Sólo un poquito antes
nos hiciste reír, pues tú sabías
que ocasión como ésta ya no habría
para poder reír. Y nos reímos,
y tu esposa rio, rio tu hijo,
y tú, que no podías, sonreíste.
Gracias por tu hermosa despedida
que mitiga el dolor de no tenerte

siempre que la recreo.

Félix

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