Supe de tu partida porque yo estaba allí
Supe de tu
partida porque yo estaba allí
cogiéndote la
mano
que tibia
todavía reposaba.
La noche se
hizo eterna y en tus ojos
la eternidad
nacía,
mientras los míos
morían de esperanza.
Sólo un
poquito antes
nos hiciste
reír, pues tú sabías
que ocasión
como ésta ya no habría
para poder
reír. Y nos reímos,
y tu esposa
rio, rio tu hijo,
y tú, que no
podías, sonreíste.
Gracias por tu
hermosa despedida
que mitiga el
dolor de no tenerte
siempre que la
recreo.
Félix
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