Diálogo de Don Quijote y Sancho
¡Que no, Sancho!
¡Que no son molinos!
¡Que no hay molinos de viento.
Que son muñones de monstruos asesinos!
En
la noche, la luna
es sollapa de plata;
de ella comen lo filibusteros…
¿No ves cómo caen las migajas de estrellas
desde el cielo a la mesa de Castilla, la
ancha?
Déjala Sancho,
que no es oveja que rumia en los ribazos,
que no da leche,
que no da lana.
¿No ves que es un disfraz de permanente
con el que se ha presentado una burraca?
¡Mire allí, mi señor!
Pellejones de vino amontonados
uno tras otro ¡prestos a bebérnoslos
vayamos!
Déjate de pellejos, mi escudero,
que son manchones de sangre
en las tripas hinchadas de unas lomas,
y el fulgor que asoma por detrás del cerro
no es el sol, mi escudero,
son destellos del rostro de mi amada.
A yantar, mi señor, que ya es hora.
Jalaremos luceros, mi escudero,
que son buenos para encender el alma
aunque no quiten telarañas de intestino.
Y en mirando los mares de espigas
por los campos, que el viento menea,
encontrando a mi amor Dulcinea
me
hartaré con sus mieles en la Mancha,
¡Oh destino!
Víctor del Río
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